miércoles, 30 de junio de 2010

EL PODER DE LA ORACION


Quien forma el hábito de la oración sincera, experimenta luego un cambio notorio y profundo en su vida.
La oración imprime huella indeleble en nuestros actos y en nuestro porte… Enciende en el interior del alma una llama en cuyos reflejos se mira el hombre a sí mismo. A esa luz ve su egoísmo, su vanidad, sus recelos, sus codicias, sus yerros. Con su calor se le desarrolla el sentido de sus deberes morales, se vuelve intelectualmente humilde. Y así el hombre empieza su jornada hacia las plenitudes del reino de la gracia.
Los que niegan la efectividad de la oración se me parecen a quienes para demostrar que de una semilla no puede brotar una flor, hundieran la semilla en lo oscuro de un sótano, y la privaran de todo riego. No existe más de un modo de probar que las doctrinas de Jesús son practicable: ponerlas en práctica.
Hoy, más que nunca, es necesaria la oración en la vida de hombres y pueblo. Por haber restado el sentimiento religioso la importancia que tiene esta el mundo al borde de la catástrofe. Hemos descuidado el manantial de cuantos puede darnos perfección y energía… Si se pone en acción nuevamente el poder de la intersección y se emplea en elevar la existencia de todos, hombres y mujeres, aun habrá de esperar que sean escuchadas nuestras oraciones invocando de Dios un mundo mejor.