AUTORIDAD ESPIRITUAL


LA AUTORIDAD DE CRISTO

1. Fue Dada Por El Padre
El término griego exousia, significa una autoridad delegada, y esa es la palabra que fue usada por Jesús en Mateo 28:18: “Toda potestad [exousia] me es dada en el cielo y en la tierra”.

Vemos esa autoridad ejercida por Jesús en Su ministerio terrenal. “Y la gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres” (Mt 9:8). Fue la autoridad con la cual Jesús habló y ministró, lo que asombró a las personas.

A pesar de ello, Jesús dijo que recibió del Padre tanto Sus palabras como Sus obras (Jn 14:10,11).

2. Circunda El Cielo Y La Tierra
Cuando Jesús murió sobre la cruz, fue sepultado en la tumba y resucitó al tercer día para luego ascender al cielo y sentarse a la diestra del Padre, Él recibió “Toda potestad... en el cielo y en la tierra”.

Pablo declara en Filipenses 2:10,11  que toda rodilla en el Cielo, en la tierra y debajo de la tierra, tiene que doblarse ante el nombre de Jesús. Toda lengua confesará que Él es Señor.

Él, ha sido eternamente el Hijo por naturaleza. Pero también ha sido adjudicada sobre el Hijo la autoridad de la Trinidad. “Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud” (Col 1:19).

“Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col 2:9).

a. Autoridad Sobre Los Ángeles. En Hebreos 1, Cristo es exaltado sobre los ángeles debido a ambas virtudes: la de Su naturaleza divina y la de Su glorioso oficio. Por eso la Biblia declara: “Y adórenle todos los ángeles de Dios”.

A ninguno de los ángeles Dios le ha dicho en ningún momento: “Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”. No obstante, Cristo reinará hasta que el último enemigo sea destruido y todas las cosas sean sometidas debajo de Él. Los ángeles obedecen Sus órdenes.

b. Autoridad Sobre Principados Y Poderes. Leemos en Hebreos 4:14 que Jesús “...traspasó los cielos”. Una traducción más literal dice que en Su ascensión Él pasó “a través de todos los cielos”.

¿Cuántos cielos hay sobre nosotros? Algunos dicen que hay tres; otros dicen que hay siete. No obstante, a pesar de todos los cielos que haya, Cristo los traspasó a todos a fin de sentarse en el trono más alto de autoridad en todo el universo.

Esa es la razón por la cual Pablo pudo decir que Dios levantó a Cristo de los muertos “…sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo [época], sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Ef 1:20-23).

Aunque Satanás es el “Dios de este siglo” y el “príncipe de la potestad del aire”, está ubicado bajo los pies de Jesús y tiene que someterse a la autoridad del Cristo exaltado. ¿No hizo Cristo una exhibición de victoria pública sobre los principados y potestades de las tinieblas, triunfando sobre ellos en su muerte expiatoria (Col 2:15)? ¿Acaso no derrotó a Satán y a sus ejércitos al derramar Su sangre y al resucitar del dominio de la muerte con las llaves de autoridad en Su mano?

Ese mismo Cristo está hoy sentado sobre el trono universal con toda potestad a Su disposición.

c. Autoridad Sobre La Iglesia. En Colosenses 1, Pablo establece la preeminencia de Cristo sobre toda la creación. Esto incluye lo visto y no visto en el cielo y en la tierra. Él tiene autoridad sobre tronos, dominios, principados y poderes. Luego, Pablo declara con gran certeza: “El es cabeza del cuerpo, la iglesia”.

Un cuadro similar nos es presentado en la Escritura citada con anterioridad (Efesios 1), pero con una diferencia muy significativa.

En Efesios se nos dice que Cristo fue hecho “la cabeza sobre todas las cosas para la iglesia, que es su cuerpo”. Así que, podemos ver que Cristo no sólo es la “cabeza autorizada de la iglesia”, sino que también es cabeza sobre todas las cosas para beneficio de la iglesia.

La Iglesia, no sólo está obligada a someterse a la autoridad de Cristo, sino que también tiene el privilegio de compartir los resultados del dominio de Cristo sobre todas las cosas en el Cielo y en la tierra. ¿No deberá la Iglesia reflejar esa suprema autoridad de Cristo sobre la tierra?

¡Qué tragedia presenciar una Iglesia derrotada, inefectiva y sin poder ante los asaltos de Satanás!

La verdadera Iglesia es realmente el Cuerpo visible del Cristo entronado quien retiene la autoridad y dominio universal.

¿Acaso no debemos aceptar el reto de ser embajadores fieles, y verdaderos representantes del Rey de reyes?

d. Autoridad Para Salvar Y Para Juzgar. Jesús declaró que el Hijo del Hombre tenía autoridad sobre la tierra para perdonar pecados. Pedro proclamó: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch 4:12). Sin embargo, ese mismo Cristo tiene autoridad también para juzgar a todos los hombres.

Los creyentes estarán un día ante Él en el Tribunal de Cristo. Los incrédulos le verán cuando Él tome asiento en el Gran trono blanco durante el juicio final.

“Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre” (Jn 5:22, 23).
Nuevamente en el versículo 27, el Padre “…le dio autoridad [al Hijo] de hacer juicio”. Escuche a Pablo predicar en Atenas: “Por cuanto [Dios] ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó [a Jesús], dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hch 17:31).

B. TENEMOS QUE CREER EN LA AUTORIDAD DE CRISTO

Los cinco puntos delineados en los párrafos anteriores, son solamente vislumbres, unas cuantas facetas de este brillante diamante de la verdad. Como doctrina, todos los cristianos aceptan la autoridad de Cristo. Intelectualmente, todos los creyentes dan su aprobación  a ello. Sin embargo, la clave no está en nuestro conocimiento de la autoridad de Cristo, sino en la revelación, en la convicción interna y en el ardor apasionado de la fe de ella.

Ésta, deberá iluminar nuestros corazones y espíritus, al igual que nuestras mentes. Deberá abrazarnos con una dedicación celosa hacia su verdad y una aplicación de corazón en nuestras vidas y servicio al Señor.

1. Ésta Puede Traer Victoria
Nuestra Fe en la autoridad de Cristo, debe ser un incentivo hacia una vida victoriosa. Deberá inspirarnos hacia el servicio victorioso. Deberá hacer que todas las promesas de Dios sean efectivas en nuestras vidas. Deberá retar a la Iglesia hacia un avivamiento victorioso.

No es de asombrarse del porqué el Apóstol  Juan “cayó como muerto a sus pies” en la isla de Patmos. Él vio al Señor resucitado y escuchó Sus palabras triunfantes:

“No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Ap 1:17, 18).

Ojalá que la autoridad de Cristo venga a ser la llave, en manos de su pueblo, que haga huir al enemigo y que desate el glorioso poder de Dios.


NUESTRA POSICIÓN Y CONDICIÓN EN CRISTO

La epístola de Pablo a los Efesios cae naturalmente dentro de dos secciones: los primeros tres capítulos  son una presentación positiva de la posición del creyente en Cristo. Esta sección concluye con esta promesa de bendición inspiradora...

“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea la gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén” (Ef 3:20, 21).

Los segundos tres capítulos, tratan con las consideraciones prácticas en la vida del creyente.

Diríamos que la primera sección establece nuestra posición legal ante Dios; la segunda, el estado actual (condición) de nuestra vida cristiana.
La primera, trata con nuestra riqueza; la segunda, con nuestra vocación o caminar. La primera, nos muestra nuestros derechos; la segunda, nuestras responsabilidades. La primera, es doctrinal; la segunda, práctica.

1. Existe Un Orden Divino
Es importante que observemos el orden divino:  primero,  nuestra posición; después, nuestro estado o condición.

Hay demasiados cristianos que están tratando de perfeccionar su estado a fin de ganar la posición correcta delante de Dios.

Esto, es contrario al método de Dios.

Primero, Él nos da la posición correcta y nos pide que la creamos; luego, nos da poder para vivir en conformidad a la misma. Nuestra posición, nuestra riqueza, nuestros derechos y privilegios en Cristo son adquiridos únicamente por la gracia de Dios. Ellos, representan el favor de Dios sobre todos los creyentes.

2. Tenemos Que Aceptar Nuestra Posición
Si queremos cuidar de nuestra condición, nuestra vocación y nuestras responsabilidades en nuestra vida diaria, primero que nada tenemos que aceptar lo que hemos llegado a ser cuando fuimos ubicados en Jesucristo.

Es vital que creamos de corazón esta revelación divina como ha sido expuesta en los primeros tres capítulos de Efesios. Esto, nos dará el poder para “que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados” (Ef 4:1), como se nos requiere en los segundos tres capítulos.

Amigos, esta es la manera en que Dios siempre nos anima y ayuda. Primero, Él nos muestra lo que somos en Cristo. Él nos confiere las declaraciones certeras de Su gracia (poder capacitador). Luego, nos dice: “si solamente crees, entonces, lo que he declarado podrá llegar a ser una realidad práctica en tu vida”. Así es que la fe obra. Creemos antes de ver.

La santificación o santidad de vida por cualquier otro medio, viene a ser una ley natural de las obras. Aun las buenas obras de la carne, son carnales. Las únicas obras que son agradables a Dios, son las que emergen como un fruto de Su gracia (capacitación divina) operando a través de nuestra fe en Su Palabra.

Veamos cómo  esta verdad resplandece a través de Efesios.

B. LA BUENA PALABRA DE DIOS
En Efesios 1:3 tenemos un versículo que es el favorito de muchas personas:

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”.

Hay una profunda verdad oculta en este versículo. Las palabras “bendito” y “bendijo”, vienen de la misma palabra griega de la que obtenemos nuestra palabra “elogio”.

Esa misma palabra griega aparece en Romanos 15:29, donde Pablo dice:

“…llegará con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo”, o literalmente, “la plenitud de la buena articulación del evangelio de Cristo”.

En Romanos 16:18 se usa la misma palabra, pero esta vez en insinceridad.

Pablo habla de aquellos que “...con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos”.

No obstante, las suaves palabras de Dios concernientes a nosotros, son genuinas y sinceras. Lea Efesios 1:3 ahora con una mejor traducción de su significado...

“Bendecido sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien ha hablado bien o con suaves palabras concerniente a nosotros con toda buena articulación en los lugares celestiales en Cristo Jesús”.

Sí amigos, ¡esta es una verdad asombrosa! Dios nos elogia (articula o habla buenas palabras de nosotros) a medida que nos contempla en Cristo. Él habla grandes cosas de nosotros. Se expresa muy bien de nosotros.

1. Dios Habla Bien De Nosotros
Dios no habla bien de nosotros cuando estamos en nuestro estado no regenerado o adámico. Sin embargo, siendo que hemos aceptado a Cristo, Él nos ve en Su Hijo y nos tiene en muy alta estima.

a. La Naturaleza Adámica Tiene Que Morir. Él declara que nuestra naturaleza adámica tiene que morir con la vieja criatura cuando es crucificada con Cristo (Ro 6:6-11).

b. Somos Nuevas Criaturas En Cristo. Declara que somos nuevas criaturas en Cristo, que las cosas viejas pasaron y que todas son hechas nuevas (2 Co 5:17).

c. Resucitamos Con Cristo. Él declara que nosotros resucitamos con Cristo y reinamos con Él en los lugares celestiales (Ef 2:6).

d. Perfectos En Cristo. Todo lo que Cristo hizo no fue para Sí Mismo, sino por nosotros. Dios nos ve perfectos (completos, cabales, sin mancha) en Cristo.

2. Dios Nos Anima Y Ayuda
El Método de Dios para animarnos y ayudarnos, siempre ha sido el mismo. Él nos da Su Palabra y nos llama para que la creamos y la pongamos en práctica.

a. No Se Deje Engañar Por El Diablo. El diablo tomó este método prestado. Lo vemos usando esta técnica en Génesis 3. Cuando le dijo la mentira a Eva, la incitó para que la creyera y actuara de acuerdo a ella.

Si Eva hubiera creído la Palabra de Dios y actuado de acuerdo a ella, no habría caído en el pecado ni arrastrado a toda la raza humana hacia la ruina con ella.

b. Siga El Camino De Dios. Dios todavía se acerca al hombre de esta manera:

1) Él nos da Su buena Palabra, y

2) Nos pide que la creamos con todo el corazón, y

3) Actuemos en conformidad a la misma.

c. La Palabra De Dios Tiene Poder. De hecho, si creemos la Palabra de Dios sinceramente, Él nos otorgará poder para actuar de acuerdo a ella. En Su Palabra hay vida y tiene poder para materializar las cosas (para que vengan a ser lo que uno ha dicho que sean).

Una semilla que es plantada en la tierra, retoñará con la vida y forma que Dios diseñó. La semilla de la Palabra de Dios recibida en nuestros corazones, también producirá vida y forma en nosotros.

Es por eso que Dios nos elogia a medida que nos ve en Cristo. Él sabe que si recibimos y creemos Su Palabra, ésta se materializará (será vista en formas visibles) en nuestras vidas. Esta es la fórmula divina para la victoria cristiana.

C. NUESTRA UNIÓN CON CRISTO

Apartados de Cristo estamos muertos en nuestros delitos y pecados. Sin embargo, Dios nos llama a que nos veamos a nosotros mismos como si estuviéramos en Su Hijo.

Luego, nos pide que creamos que estamos crucificados con Él, sepultados con Él y resucitados con Él. Esta unión del creyente con Cristo, es vista en dos aspectos: nuestra posición legal (como un pariente Suyo), y nuestra morada vital.

1. Nuestra Posición Legal
Esta es nuestra posición legal delante de Dios. En el momento en que aceptamos a Cristo como nuestro Salvador y Señor, somos justificados. Se nos otorga una posición judicial, una posición legal delante de un Dios santo.

En Efesios 1:15-23, Pablo ora para que nosotros seamos iluminados espiritualmente en cuanto a nuestra posición legal en Jesús:

“Oro para que vosotros comencéis a entender cuán increíblemente grande es su poder para ayudar a los que creen en él.

Sucede que ese mismo poder majestuoso que levantó a Cristo de los muertos, le sentó en el lugar de honor a la diestra de Dios en el cielo, por sobre todo rey, o gobernador o dictador o líder.

Sí, su honor es mucho más glorioso que el de cualquier otro, ya sea en este mundo o en el mundo por venir (traducción literal)”.

Luego en el Capítulo 2, Pablo declara que Dios “nos da vida” [nos levantó de los muertos] “juntamente con Cristo, y nos llevó al cielo para sentarnos en lugares celestiales con Cristo Jesús” (vs 4-6, traducción literal).

En la mente y propósito de Dios, cuando Cristo murió, nosotros también morimos en Él; cuando Él resucitó, nosotros también resucitamos con Él; y cuando Él ascendió a la diestra del Padre, nosotros también ascendimos y nos sentamos con Él en el trono a la diestra de Dios el Padre.

Estas son algunas de las “articulaciones buenas” pronunciadas por Dios a nuestro favor. Ellas representan una declaración divina de nuestra unión y privilegio legal por el hecho de estar con Jesucristo.

Pablo nos exhorta al decir: “…consideraos [dar por sentado] muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Ro 6:11).

La mente natural se rebela contra una revelación sobrenatural como esa. Es únicamente a medida que participamos de la mente de Cristo que podemos captar estas verdades.

Luego, éstas vienen a ser el camino hacia el poder y la victoria personal sobre los problemas, el pecado, la enfermedad y los demonios.

2. Nuestra Morada Vital
Dios nos ha otorgado una posición legal en Cristo (la cual, tenemos que aceptar por fe). Él también ha producido una experiencia vital en nosotros por Su Espíritu.

Al escribir a los Gálatas, Pablo dice: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de Su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Ga 4:6).

Nuestra naturaleza adámica está muerta a Dios. Pero desde nuestro nuevo nacimiento habita en nosotros el Espíritu divino del Hijo. Pablo dice: “Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él” (1 Co 6:17).

Él vuelve a testificar en Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”.

Pablo ni vivió su vida diaria, ni condujo su tremendo ministerio dependiendo de su poder o sabiduría personal. Él operó por el concepto, divinamente inspirado, de que Cristo vivió dentro de él por Su Espíritu.

El Apóstol Juan también comprendió esta verdad: “…porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Jn 4:4).

El mismo apóstol escribió en Juan 1:16: “Porque de Su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia”.

Esto, significa que nosotros los creyentes tenemos residiendo en nosotros el pleno potencial de la vida de Cristo. Él coloca Su amor, Su gozo, Su paz, Su paciencia, Su bondad, Su tolerancia, Su fe, Su mansedumbre y templanza (o autocontrol) dentro de nosotros (Ga 5:22, 23). Todos éstos, son el fruto de Su Espíritu que mora en nosotros.

Por fe aceptamos la posición legal que Dios nos ha dado (esto es, en nuestra posición legal en Cristo). El Espíritu de Cristo que mora en nosotros responde a nuestra fe y produce la naturaleza de Cristo en nosotros.

De estas dos maneras, [1] nuestra creencia y [2] la capacitación del Espíritu, nuestra unión con Cristo interacciona. Éstas, nos revisten de poder para vivir de tal manera que otros puedan ver a Cristo en nuestras vidas.

En medio del caos y las presiones de este mundo, no olvidemos nunca que tenemos dentro de nosotros un “santuario interno”. Cristo debe residir allí. De Él tomamos los recursos que son más adecuados para cada necesidad y cada situación. Romanos 8:37 nos dice: “Antes en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”.

D. NUESTRA AUTORIDAD EN CRISTO

Porque Dios Mismo ha declarado que estamos en Cristo, y todo lo que es dicho concerniente a Cristo es dicho también concerniente a nosotros.

Al elogiar a Cristo, el Padre nos elogia (dice cosas de alta estima) en Cristo.

1. Autoridad Sobre El Poder Del Enemigo
Cristo tiene toda autoridad (Mt 28:18). Por consiguiente, nosotros tenemos autoridad (Lc 10:19):

“He aquí os doy potestad [autoridad] de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza [habilidad para hacer daño] del enemigo, y nada os dañará”.

2. Autoridad Sobre Satanás
La cabeza de Satanás fue aplastada (fatalmente herida) y pisoteada bajo la planta del pie de Cristo (Gn 3:15). También es pisoteada bajo la planta de nuestros pies:

“Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies” (Ro 16:20).

Satanás ha sido legalmente puesto debajo de los pies de Cristo, en otras palabras, está sujeto a Su autoridad (Ef 1:22). Y Satanás también ha sido legalmente puesto bajo la planta de nuestros pies.

El salmista declaró: “Sobre el león y el áspid pisarás; hollarás al cachorro del león y al dragón” (Sal 91:13).

3. Autoridad Como Los Embajadores De Cristo
Como Cristo fue enviado a este mundo, nosotros también lo hemos sido. Jesús dijo al Padre:

“Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” (Jn 17:18).

Por lo tanto, somos embajadores de Cristo y tenemos Su autoridad para ir, hablar y actuar en Su bienestar (2 Co 5:20).
Él nos ha dado un poder legal, es decir, la autoridad para obrar como representantes de Jesucristo. Con Su autoridad predicamos el evangelio, colocamos nuestras manos sobre los enfermos y echamos fuera demonios.

4. Autoridad En El Reino De Dios
Jesús es el heredero de todas las cosas, y nosotros somos “herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Ro 8:17). Nosotros compartimos los derechos de Su trono aquí y ahora mismo, y reinaremos con Él en Su Reino milenario.

5. Crea En Dios Por La Palabra
Amigos, de seguro que aquí hay una llave que puede transformar su vida. Crea esto. Abrirá para usted la puerta hacia los recursos inagotables del Reino de Dios.

En el Capítulo 1, consideramos que se encuentra la llave de La Autoridad De Cristo.

Aquí tenemos ahora una segunda llave: es la autoridad del creyente en Cristo o, como diríamos, la autoridad de Cristo en el creyente.

Dejemos de justificar los fracasos y convirtamos nuestras excusas en testimonios. Retengamos la llave que nos es ofrecida, creamos en ella, usémosla y comprobémosla.

Desde el tiempo en que estas llaves fueron impresas profundamente sobre mí aquella noche de 1951, jamás he cesado de dar gracias a Dios por esta llave de autoridad. He seguido exhortando a cada creyente a que se atreva a creer en Dios por lo que dice en Su Palabra y a poner en práctica el privilegio de ser un pariente de Cristo.

Ese es su privilegio ¡Póngalo en operación!

La Llave De La Autoridad De La Palabra De Dios


¿Cómo podemos hacer que la Palabra de Dios se cumpla? ¿Cómo podemos hacer que OBRE? Éste era el problema que me estaba presionando el corazón y mente durante los meses del invierno de 1953.

Como mencioné en mis capítulos anteriores, habíamos experimentado temporadas de grandes bendiciones en nuestro ministerio. Sin embargo, estaba por afrontar otra crisis, otro período de insatisfacción en el cual me sentía completamente inadecuado y frustrado.

Leía una y otra vez las promesas y declaraciones asombrosas en la Palabra de Dios concernientes a nosotros los creyentes: nuestra posición en Cristo, nuestra victoria, nuestro poder, nuestra libertad de la naturaleza carnal, las promesas de sanidad y liberación, y respecto a la suministración de todas nuestras necesidades materiales.

Pero, ¿estaban éstas aplicándose en mi vida?

En breve, el Nuevo Testamento presentaba una vida de gloriosa realidad en Cristo. Fui confrontado personalmente por la falta de poder sobrenatural en muchas facetas de mi propia vida y ministerio.

Como pastor, estaba consciente de mi falta de habilidad para suplir las necesidades retadoras en las vidas de muchas personas en mi congregación.

Si las verdades poderosas de la Palabra de Dios pudieran ser puestas en operación, todo esto cambiaría.

A. LA PALABRA OBRA POR LA FE
Durante semanas, este debate o conflicto continuó en mi corazón y mente. Me detenía, tomaba mi Nuevo Testamento y leía y volvía a leer. Luego, elevaba mi corazón al Señor y le preguntaba: “¿Por qué no trabaja?”

Despertaba durante la noche, tomaba mi Biblia y volvía a leer sobre las tremendas promesas y declaraciones que hay para todos los creyentes y la Iglesia cristiana en general. Luego, levantaba la Biblia hacia el Cielo y le preguntaba al Señor por qué Su Palabra no estaban teniendo resultados en mi vida y en las vidas de los miembros de mi congregación.

Entonces, una noche después de levantarme de la cama y caminar por el cuarto con mi Biblia abierta sobre el escritorio, estaba formulando la misma pregunta, “¿Por qué? ¿Por qué?, ¿POR QUÉ?”.

De repente, algo cambió dentro de mí. Un río de fe y seguridad pareció brotar desde mi más recóndito ser. El velo que cubría mi entendimiento, fue quitado en un instante. De mis labios no salió la antigua pregunta de incredulidad, sino expresiones de fe y convicción:

“¡La Palabra obra! ¡Ésta obra por fe, y TENGO fe! ¡Lo que la Palabra dice acerca de Dios es VERDAD! ¡Lo que dice acerca de MÍ es verdad!

¡Lo que la Palabra dice que soy en Cristo, eso mismo SOY! ¡Lo que la Palabra dice que puedo HACER a través de Cristo, ESO PUEDO HACER!”

Y de esa manera y en expresiones similares, expresé mis más profundas convicciones del corazón. Creía, y estaba CONSCIENTE de que creía. Dios me había otorgado el Don de Fe (de creer) (1 Co 12:9).

¡Qué gran diferencia era predicar ahora! Quería abrir mi Biblia y dar aclamaciones desde los techos de las casas. Podía declarar a las almas con seguridad:

”Lo que Dios dice acerca de ustedes es cierto: han nacido de Dios, son criaturas nuevas en Cristo, reside en ustedes y pueden hacer las cosas a través de Él.
“Puede que sus sentimientos les dicten que están derrotados, frustrados, luchando contra circunstancias invencibles. Pero la “PALABRA dice que ustedes son más que vencedores, conquistadores sobre el diablo, amos de todas las circunstancias, y están en el umbral de posibilidades ilimitadas en Cristo a través de la fe en la PALABRA”.

En lugar de mirar a la vieja naturaleza adámica con sus futilidades y frustraciones desalentadoras, y preguntarme “¿POR QUÉ la Palabra no obra?”, ahora tengo un cuadro de mí mismo en mi mente como una nueva criatura en Cristo. Apoderándome de las declaraciones inmensurables y poderosas de Dios concerniente a mi posición en Cristo, clamo con intrepidez: “¡AMÉN! ¡Tu Palabra es VERDAD! ¡Aleluya!”

Y cuán verdad es que “La fe viene por el oír la palabra de Dios” (Ro 10:17), pues la Palabra de Dios obró poderosos resultados en las vidas de los que la escuchaban.

B. HECHOS FUNDAMENTALES
Permítame ahora exponer algunos de los hechos fundamentales concernientes a la Palabra de Dios y cómo operan para todos los que escojan creerla.

1. La Palabra Tiene Autoridad Divina
En Génesis 1, Dios habló las siguientes palabras con autoridad:

“Sea…”, “Y fue así”. Esta tierra que nos rodea, es el producto de la autoridad de la Palabra. La Teoría de la Evolución reta más a la autoridad de la Palabra de Dios que a Su poder.

Dios hizo al hombre y lo puso inmediatamente bajo la autoridad de Su Palabra: “Y mandó Jehová Dios al hombre…” (Gn 2:16).

En la era por venir, Cristo reinará con la autoridad de la Palabra: “De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones” (Ap 19:15), “y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios, matará al impío(Is 11:4).

Entre Edén y el Milenio (el reinado de mil años de Cristo sobre la tierra), ha existido un conflicto fiero sobre la autoridad de la Palabra de Dios. Satanás le preguntó a Eva: “¿Conque Dios os ha dicho?” (Gn 3:1). En la actualidad, en esa hora de las más densas tinieblas espirituales sobre la tierra, la pregunta está bien establecida en las mentes de las masas. Es un reto satánico sutil a la autoridad de la Palabra de Dios.

No obstante, la autoridad de la Palabra de Dios es respaldada por Su Mismo Ser, por Su Mismo Carácter, por Su Trono Eterno. Ésta, permanece inmóvil y firme ante los asaltos de los demonios y de los hombres. Aunque los cielos y la tierra pasarán, la Palabra de Dios prevalecerá a través de las épocas que vengan (Lc 21:33). ¡Aleluya!

2. La Palabra Tiene Poder Divino
Los átomos no sólo se unen ante el mandato autoritativo de Dios, sino que además permanecen unidos por el poder de esa Palabra: “…y todas las cosas en él subsisten… [se mantienen unidas](Col 1:17).

Los científicos moleculares han confirmado que las partículas atómicas más pequeñas conocidas, no tienen elemento negativo-positivo.

Esto es lo que se necesita para mantener las cosas unidas. Desde un punto de vista científico, toda la creación debería estar separada volando por los aires. La Biblia dice que Jesús es quien la mantiene unida.

Detrás de toda creación existe la mente, pensamiento, palabra, poder y vida de Dios.

Note las palabras del ángel a María (Lc 1:37): “Porque nada hay imposible para Dios”. La traducción literal es: “Ninguna Palabra de Dios estará exenta de poder”.

No es de sorprenderse por qué María respondió: ”Hágase conmigo conforme a tu PALABRA”. El ángel había declarado una promesa que requería cumplimiento sobrenatural, pero la “Palabra de Dios” tiene en sí misma el poder sobrenatural para materializar (en otras palabras, traer a la existencia) aquello que ha sido hablado.

3. Jesús Habló La Palabra De Autoridad Y Poder
Cuando Jesús echó fuera el espíritu inmundo del hombre en la sinagoga, la gente se quedó perpleja y exclamó: “¿Qué palabra es esta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?” (Lc 4:36).

Las palabras de Jesús no sólo contenían la autoridad de Dios, sino el poder, la vida, energía y habilidad de Dios. Vemos la autoridad divina de Sus palabras cuando Él maldijo el árbol de la higuera, y al otro día ya estaba seco. Luego, lo vemos ordenando al viento y olas del mar que se callasen y hubiese calma, y le obedecieron y hubo gran bonanza.

Después, vemos el poder de Sus palabras cuando tomó los cinco panes y dos peces, suficiente únicamente como almuerzo para un muchacho, y le dijo a Sus discípulos: “Dadles vosotros de comer” (Lc 9:13).

Actuando sobre tales palabras que eran tan poderosas e impregnadas de energía creativa, el pan y los peces fueron multiplicados, y los discípulos encontraron suficiente alimento para dar de comer a cinco mil hombres. Después que terminaron, recogieron doce cestas llenas de pedazos de sobras.

Jesús habló con autoridad y con poder. Mientras contemplaba al hombre paralítico, dijo:

“¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda [poder]?” (Mr 2:9).

Sí, Jesús personificó la Palabra divina de autoridad y poder.

4. Los Creyentes Recibieron La Palabra De Autoridad Y Poder
Jesús habló las palabras de Dios: “Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras” (Jn 14:10).

Además, Jesús nos dio esas palabras de autoridad del Padre a nosotros:

“Porque las palabras que me diste, les he dado” (Jn 17:8).

¿Qué palabras hablamos nosotros?

Jesús dijo: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios(Lc 4:4).

Salomón dijo: “Del fruto de la boca del hombre se saciará su vientre; se saciará del producto de sus labios. La muerte y la vida están en el poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos” (Pr 18:20, 21).

Jesús volvió a declarar: “Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mt 12:37).

Jesús vivió y ministró por el poder y autoridad de las palabras que el Padre le dio. No es de maravillarse entonces de que las gentes se asombraran y dijeran: “¿Qué palabra es ésta?”. Y llenos de perplejidad, los alguaciles que los príncipes y fariseos mandaron a que trajeran a Jesús, regresaron diciendo: “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” (Jn 7:46).

Mi amigo, estas palabras de Dios también nos han sido dadas a nosotros. Nosotros también podemos hablarlas. También podemos vivir por su autoridad y poder.

A medida que esas palabras residen en nuestros corazones y son habladas por nuestros labios, vienen a ser pan y frutos para nosotros. Debemos ser llenos con su poder. Tenemos que ser transformados por ellas. Ellas nos justificarán, sanarán, revestirán y nos darán la victoria.

5. Cuando Aceptamos La Autoridad De La Palabra De Dios, Comprobamos Su Poder
¿Por qué no trabaja la Palabra de Dios?

Por supuesto que la pregunta ahora debería ser: “¿Cómo trabaja la Palabra?” “¿Por qué” parece totalmente inaplicable?” Casi emerge como un eco del Edén: “¿Conque Dios os ha dicho?”.

Esa noche, mientras daba pasos por el piso con la Biblia abierta, al parecer Dios me estaba diciendo: “En el momento en que tú aceptas la autoridad de Mi Palabra sin reserva alguna, experimentarás su poder.”

Mentalmente, acepté la autoridad de la Palabra, pero mi corazón había luchado y vacilado ante su reto.

¡Pero ahora sabía que en el momento en que nuestros corazones aceptan sin reservas la autoridad de la Palabra, ésta trabajará! No se materializará de inmediato (cumplirá), pero inmediatamente vendrá a ser un factor creativo y productivo en nuestras vidas.

El Dios que dijo con autoridad y poder: Sea la luz, y fue la luz...”, también dijo: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es(2 Co 5:17). Yo estoy en Cristo, por lo tanto, soy “una nueva criatura”.

“Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas(2 Co 5:17), y así sucede.

“Con Cristo estoy juntamente crucificado… mas vive Cristo en mí(Ga 2:20). Acepto la palabra de Dios para mí, y así sucede.

“Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Ga 5:24). Acepto la autoridad de la Palabra de Dios y experimento su poder.

Sí, amigo mío, el Dios que dijo: Sea el firmamento… y vino el firmamento a la existencia” (Gn 1:6,7), también ha dicho:

“La oración de fe sanará al enfermo, y el Señor le levantará” (Stg 5:15).

“Sobre los enfermos pondrán las manos y sanarán” (Mr 16:18).

“Yo soy Jehová tu sanador” (Ex 15:26).

Y el Dios que dijo: “Produzca la tierra hierba verde… Y fue así” (Gn 1:11), también declaró:

“Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies(Ro 16:20).

“Antes en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Ro 8:37).

“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Jn 2).

Y así siguen promesas tras promesas, declaraciones tras declaraciones, certidumbre tras certidumbre, revelación tras revelación.

Inclínese humildemente ante la autoridad de la Palabra. Luego, levántese y salga con su poder. Dios declara que su “viejo hombre”, la vieja naturaleza de pecado con todas sus opresiones, limitaciones, decepciones y frustraciones, “está muerta, crucificada con Cristo”. ¡Créalo! ¡Así es!

Dios declara que usted ha sido resucitado a la nueva vida en Cristo, perfecta en Cristo, y que es habitado en Cristo. ¡Créalo! ¡Es un hecho!

Dios declara que usted puede hacer todas las cosas por el poder de Cristo quien le fortalece. ¡Créalo! Es una realidad.

Mil pensamientos pueden emerger en rebelión contra la autoridad de Su Palabra... pero Dios ha dicho... escrito está.

Esta es la llave hacia la victoria, la sanidad, la liberación y hacia la suministración de todas sus necesidades.

Ya no vuelva a preguntar: “¿Por qué no trabaja la Palabra de Dios?”

Acepte su autoridad de todo corazón: “Y dijo Dios...”. De seguro que comprobará su poder: “¡Y ASÍ FUE!”

La Llave De La Autoridad Del Ministerio


Hemos considerado tres importantes llaves de autoridad, denominadas:

·       la autoridad de Cristo,
·       la autoridad del creyente, y
·       la autoridad de la Palabra de Dios.

Éstas, representan nuestra autoridad para entrar a la provisión abundante de Dios para todos los creyentes, y nuestra autoridad sobre Satanás y sus obras de las tinieblas. Podemos liberar a los cautivos de las obras del diablo.

Todos los creyentes en Cristo, tienen el privilegio de usar estas llaves de autoridad. Sin embargo, hay ciertos obreros o líderes a quienes el Señor llama y equipa para un ministerio específico, tanto para la Iglesia como para los perdidos.

Un llamamiento a un don ministerial es más que ser un testigo personal. Es el ministerio de Cristo en y a través de ciertos vasos escogidos. Jesús, a través de tales líderes, continúa edificando Su Iglesia y preparando un pueblo para el día en que vuelva por segunda vez.

Cada persona llamada de Dios a un don ministerial, tendrá que reconocer tarde o temprano lo siguiente: “Tengo que estar equipado con poder sobrenatural del cielo para cumplir mi comisión y el propósito de Dios en mi ministerio”.

En la confrontación de tal reto, el líder de la Iglesia tiene dos alternativas: endurecer su corazón y cerrar sus oídos ante el lamento de los oprimidos, o buscar la habilidad o capacitación sobrenatural de Dios que necesita a fin de reproducir el ministerio de Cristo y salir a liberar a los cautivos de las prisiones del enemigo.

La Llave De La Autoridad De Cristo En La Iglesia Local


Es evidente que es en tiempos de dificultades y pruebas que Dios irrumpe en nuestro entendimiento con un nuevo concepto. Recibimos una percepción nueva sobre una verdad familiar antigua. Las presiones de los problemas y circunstancias adversas nos llevan a confesar ante Dios los pesares de nuestros corazones.

En tiempos como esos, el Espíritu de Dios tiene la oportunidad de impartirnos un entendimiento más intenso del plan y propósito de Dios.

Durante muchos años me he adherido a la revelación de la Iglesia en el Nuevo Testamento. Creo que ésta es una institución universal, un organismo vivo, organizado en iglesias locales (de hogares) que se gobiernan y propagan a sí mismas.

No obstante, fue durante un tiempo de adversidad en la obra que Dios levantó bajo mi liderato en Adelaida, Australia del Sur, cuando el Señor me mostró la autoridad de Cristo en la iglesia local (del hogar).

A. CRISTO Y LA IGLESIA LOCAL O DEL HOGAR

El Señor me mostró cómo la iglesia en una localidad puede ser usada como una llave hacia el avivamiento.

1. El Plan De Dios Para La Iglesia Del Nuevo Testamento
Mi deseo personal, era salir al ministerio evangelístico en Australia y en el extranjero. En lugar de eso, el Señor me confinó a continuar en Su obra para establecer este gran principio de la Iglesia del Nuevo Testamento. Cada iglesia local o del hogar, debe ser un centro autónomo de avivamiento. No independiente, sino más bien interdependiente, utilizando su libertad en una unidad dedicada y en una coordinación de actividades.

Entonces, recibí las cinco normas del avivamiento en una iglesia local. Este programa de cinco puntos, ha venido a ser, desde entonces, de gran inspiración para muchas otras iglesias locales.

En Apocalipsis 1, el Apóstol Juan registra su visión de los siete candeleros de oro y al Cristo resucitado que estaba en medio de ellos. Esos siete candeleros, se nos ha dicho, simbolizaban las siete iglesias de Asia Menor.

Además, siete es el número que simboliza totalidad o perfección.

Los candeleros también representan a toda la Iglesia sobre la tierra.

En Éxodo 25, leemos que Moisés recibió la orden de fabricar un candelero con siete brazos hechos de una sola pieza de oro. Esto, simbolizó el testimonio de Israel en el Antiguo Testamento. Israel fue escogido para que fuera una nación gobernada centralmente y unida, un candelero de siete brazos de una pieza de metal.

No obstante, en el Nuevo Testamento, la Iglesia cristiana es simbolizada por siete candeleros individuales. Dios nunca tuvo la intención de que la Iglesia fuera una institución organizada y centralmente gobernada universalmente. Él planeó que ella fuera una asociación de congregaciones gobernadas localmente.

2. Cristo Trata Directamente Con Iglesias Locales (Hogares)
En Apocalipsis 2 y 3, leemos los mensajes del Señor para las siete iglesias, y descubrimos que Él trata directamente con cada iglesia en particular, exhortándola, ordenándole, reprendiéndola, amonestándola y remunerándola. De igual manera sucede hoy.
El Señor no trata con la Iglesia como denominaciones organizadas, ni como un cuerpo universalmente organizado. Él ve a Su Cuerpo compuesto de todos los creyentes nacidos de nuevo visibles en formas de iglesias o congregaciones locales.

En la iglesia local o del hogar, Él ha establecido gobierno, ministerio, comunión y disciplina.

La Iglesia Universal es comparada en el Nuevo Testamento con un edificio en el cual nosotros hemos sido edificados como “piedras vivas”. Es descrita como una familia en la cual tenemos el derecho legal de ser hijos legítimos. Es llamada el Cuerpo de Cristo, del cual somos miembros en particular.

Pero, ¿cómo puede alguien disfrutar de sus privilegios y cumplir con sus deberes como miembro de esa Iglesia Universal, a menos que no comience tomando su lugar en la iglesia local?

3. La Iglesia Universal Y La Iglesia Local (Del Hogar)
En Mateo 16:18 Jesús dijo: “Edificaré mi iglesia”, haciendo referencia a la Iglesia Universal, la cual está compuesta de todos los que, como Pedro, reciben y confiesan que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

En contraste con esto, Jesús enseñó en Mateo 18:15-17 que si una persona ha sido ofendida por otra, debe procurar la reconciliación privadamente con tal persona. Si tal cosa fracasa, deberá ir con testigos. Si todavía no tiene éxito, entonces, deberá llevar el asunto ante “la iglesia”.

Pero ¿a qué iglesia? Por supuesto que no es a la Iglesia Universal, ni a otra denominación particular, sino obviamente a la iglesia local. Es allí donde encontramos comunión y las medidas disciplinarias para mantener la armonía y comunión.

En la primera mención de la Iglesia en el Nuevo Testamento, es una referencia a la Iglesia Universal que Cristo está edificando.

Pero la segunda referencia a la Iglesia, es la congregación local.

Estas son las únicas dos maneras en las que la palabra “iglesia” es usada en la Biblia: ya sea como Iglesia Universal de todos los creyentes que han nacido de nuevo, o la iglesia local en la cual tales creyentes se han organizado.

Volviéndonos al libro Apocalipsis 1: Observemos que Juan hace sólo una referencia pasajera a los siete candeleros de oro. Luego, toma cuatro versículos para describir elocuentemente las glorias de “uno semejante al Hijo del Hombre” en medio de los candeleros.

No fue el oro reluciente de los candelabros lo que impresionó a Juan, sino la indescriptible gloria de Cristo, el Sumo Sacerdote resucitado que caminaba entre ellos.

4. La Victoria De Cristo Es Vista En La Iglesia Local
Y así mismo sucede hoy. Jesús, la Cabeza glorificada de la Iglesia Universal, camina en medio de las iglesias locales para ministrarles, ordenarles, reprenderlas, corregirlas y bendecirlas.

Y el Cristo que se mueve entre las iglesias locales, es el Mismo que le dijo a Juan ese día en la Isla de Patmos: “No temas, yo soy el primero y el último. Y el que vivo, y estuve muerto, mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades [infierno] (Ap 1:17, 18).

Cada iglesia local, emerge como un testimonio de Cristo resucitado, triunfante y glorificado.

Él murió y resucitó de la tumba. Luego, ascendió al cielo.

Toda autoridad le fue dada en el Cielo y en la tierra.

Él derrotó al diablo en lo que era su propio territorio. Cristo le arrebató al diablo las llaves del infierno y de la muerte, y ahora está sentado a la diestra del Padre en Su trono de victoria. Su autoridad es suprema. Él es quien se pasea en medio de cada candelero o iglesia local.
Así como el sacerdote en el templo, Jesús está listo para derramar nuevos surtidos de aceite, para limpiar y recortar la mecha para que una lámpara pueda alumbrar constantemente la gloriosa victoria y autoridad suprema del Señor Jesucristo.

Cada congregación local puede tener la victoria y tener avivamiento. Cristo conoce a cada iglesia local, le habla a cada una y  ministra a cada una. Imaginémonos este mundo saturado de candeleros de oro, y con el Sumo Sacerdote Jesucristo resucitado caminando en medio de ellos. Ese es el panorama que tiene el Cielo de la Iglesia sobre la tierra.

Existen tres maneras en las cuales la iglesia local puede ser un testigo fiel de la victoria de Cristo.

a. En La Unidad De Los Creyentes. Un gran énfasis es puesto sobre la unidad en el Nuevo Testamento. Aun antes de Él mencionar la Iglesia, Jesús dijo:

“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mt 5:23, 24).

En Su primera referencia a la iglesia del hogar o local, en Mateo 18:15-17, Jesús habló de la necesidad de la reconciliación entre los hermanos y de la disciplina para los que rehúsan ser reconciliados.

El Apóstol Pablo exhorta a la iglesia local de Roma: “Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo” (Ro 15:5,6).

Luego le escribió a los Filipenses: “…para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio” (Fil 1:27).

Y así, a través de todo el Nuevo Testamento, encontramos exhortaciones repetidas para mantener la unidad del Espíritu en la iglesia local. Sin ésta, el Espíritu Santo es contristado, y la gloriosa victoria de Cristo no puede ser experimentada o demostrada.

b. En El Amor De Los Creyentes. El término para amor en el griego, es uno que expresa un amor divino, uno impartido de manera sobrenatural.

Leamos lo que nos dice el Apóstol Pedro con respecto a esto:

“Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición” (1 P 3:8, 9).

Es en la iglesia local donde encontramos la oportunidad de dar expresión al amor de Dios. No encontramos el mismo reto e incentivo para demostrar este amor divino siendo miembros de la iglesia Universal.

Estamos muy alejados de la vasta mayoría de los compañeros miembros. Es una situación diferente en la comunidad de la iglesia local.

En 1 de Juan 3:14, leemos: “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos”. Muchos de nosotros podemos leer esas palabras y decimos “amén”. Nosotros amamos a nuestros hermanos. Entre más grande es la multitud, mayor es nuestra alegría. Disfrutamos de su confraternidad (comunión).

Pero entonces, completamos ese versículo y leemos estas palabras: “Todo aquél que aborrece a su hermano es homicida”.

Como podemos ver, es imposible amar a los hermanos si somos negligentes en amar a un hermano (hermana) en particular.

Y lo más probable es que nos encontremos con tal hermano en la iglesia local.

Es posible que nos olvidemos de él si estuviera al otro lado de la tierra, o aun al otro lado del pueblo. Pero vamos a tener que aprender a amarlo con el amor divino de Dios en nuestros corazones si le encontramos cada semana en la iglesia local.

El amor de Dios es derramado en los corazones de los creyentes, y a medida que penetra por la atmósfera de la iglesia local, el poder de Cristo es revelado y Su gloriosa victoria demostrada en sus medios.

c. En La Autoridad De Los Creyentes. Jamás olvidaré el momento en el cual la profunda verdad de Mateo 18:19, 20 fue firmemente grabada sobre mí por el Señor. Jesús dijo: “Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

Cristo no se estaba refiriendo a un acuerdo superficial o casual entre los hermanos de que cierta cosa debería ser hecha o de que cierta necesidad debería ser suministrada.

Algunas personas han venido a mí en ocasiones y dicho: “¿Estás de acuerdo conmigo de que esto o aquello debería ser hecho?”.

Por lo regular, he contestado que no puedo estar de acuerdo con ellos a menos que comparta sus profundas convicciones y me una con ellos en fe.

La palabra “acordar” viene del vocablo griego sumphoneo, que significa sinfonía, o un cruce perfecto de pensamientos, sentimientos y propósitos.

Un amigo mío me dijo recientemente que una vez tocó en la orquesta sinfónica de cierta ciudad en Nueva Zelanda.

El director detuvo la música y mencionó que un violinista no estaba tocando una nota particular debidamente. El violinista protestó diciendo que estaba tocando en armonía con la música.

El director nuevamente detuvo la orquesta y le dijo al mismo violinista que estaba fuera de tono en cierta nota. Finalmente, el director examinó la música y descubrió que la copia que el violinista estaba usando, tenía un error de impresión. Aunque la nota correcta estaba siendo tocada según la música, estaba fuera de armonía con el resto de la orquesta. Tal era la sensibilidad del oído de aquel brillante director.

Cuánto más sensible es el oído de nuestro Padre Celestial, quien no sólo escucha nuestras palabras, sino que también conoce los motivos de nuestros corazones.

Jesús dijo que si dos o más se ponen de acuerdo o en perfecta armonía de espíritu y mente, deseo, motivo y propósito, el Padre respondería a sus súplicas espontáneamente.

Pero, ¿cómo puede suceder eso? El versículo 20 nos dice: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

Esto es lo que alguien ha llamado la mente magistral de Cristo.

Cuando las mentes de dos o tres o más creyentes están en perfecta armonía entre sí, y de acuerdo con la mente de Cristo en sus medios, la respuesta a su petición es inevitable.

He aquí el secreto de la autoridad y de la oración exitosa y del logro espiritual, los cuales deben ser descubiertos y ejercitados en cada iglesia local. He aquí la llave que se pone en las manos de los líderes y miembros de cada congregación o asamblea local.