Las
diversas narraciones evangélicas, que han recogido con impasible diligencia las
palabras de Cristo a propósito del Padre “suyo” y del Padre “nuestro”,
coinciden en esto de manera insistente e inequívoca. Así, también en un plano
puramente histórico es difícil llegar a otra conclusión: independientemente de
ser o no creyente, nadie puede dudar lícitamente de que Jesús de Nazaret haya
estado totalmente convencido de ser hijo del Dios de Israel en un sentido
absolutamente peculiar y de un modo totalmente incomunicable.
Ningún hombre, nadie entre los grandes maestros de la humanidad, nadie entre los fundadores de religiones, ha sido tocado ligeramente por un pensamiento comparable con éste. El, en cambio, entiende esta condición como algo propio de manera absolutamente exclusiva.
Violencia del Espiritu