Guayaquil, nuestra amada ciudad, está de luto. Las noticias diarias de secuestros, extorsiones y asesinatos se han convertido en una aterradora rutina, tejiendo un velo de miedo e inseguridad sobre cada barrio, cada familia, cada corazón. La maldad se ha enraizado profundamente, amenazando la esencia misma de nuestra convivencia. En este contexto de dolor y desesperación, la predicación del Evangelio no puede ser postergada. No es una opción; es la respuesta más urgente y vital que Guayaquil necesita.
El Evangelio, más allá de un mensaje de fe personal, es una fuerza transformadora que aborda las raíces mismas de la oscuridad. No hablamos de meras palabras o sermones dominicales; hablamos de una predicación viva y encarnada, que se traduzca en acciones palpables y soluciones concretas para la crisis que vivimos. La urgencia es innegable: cada minuto que pasa, más vidas son amenazadas, más familias destrozadas.
La Predicación del Evangelio como Antídoto a la Maldad Existente
Frente a la brutalidad de los secuestros y las extorsiones, el Evangelio nos llama a la acción inmediata y al amor incondicional. La "Operación Cero Indiferencia" no es un eslogan, es un mandato divino. Identificar a las familias vulnerables en nuestros barrios no es solo un acto de caridad, es una estrategia proactiva para desmantelar las redes de la desesperación que los criminales explotan. Cuando la iglesia se convierte en un "Centro de Apoyo Integral Manos de Gracia", ofreciendo tutorías para niños que, de otra forma, serían presas fáciles de las pandillas, o creando bolsas de empleo comunitarias que dignifican y ofrecen alternativas a la delincuencia, estamos predicando el Evangelio con hechos contundentes. Cada almuerzo servido en un comedor solidario es un rayo de esperanza que contrarresta el hambre y la desesperaciónque la maldad busca sembrar.
Los asesinatos y la violencia extrema claman por perdón y reconciliación, conceptos que pueden parecer utópicos en nuestra realidad actual. Sin embargo, el Evangelio nos enseña que el perdón es el antídoto más poderoso contra el ciclo de venganza. Las "Brigadas de Paz", compuestas por mediadores de conflictos barriales, son la manifestación práctica de esta verdad. Intervenir en disputas antes de que escalen a la violencia fatal es una urgencia moral. Establecer "Grupos de Apoyo Abrazo Sanador" para víctimas y familiares de encarcelados es una forma de predicar la misericordia y la restauración en medio del dolor más profundo. Esto no es solo consejería; es la construcción de un tejido social resiliente frente a la desintegración causada por la criminalidad.
La Justicia y Esperanza: Pilares del Evangelio en Acción
La justicia y la compasión no son conceptos abstractos cuando la ciudad está bajo ataque. El Evangelio nos impulsa a una "Fe que Actúa". La formación de "Veedurías Ciudadanas Cristianas" que exijan transparencia y efectividad a las autoridades es una predicación valiente contra la corrupción y la ineficiencia que permiten que la maldad prospere. Establecer "Alianzas Estratégicas" con la Policía Comunitaria, ONGs y el sector privado es una demostración de que la iglesia no trabaja sola, sino que busca amplificar su impacto en la lucha contra el crimen organizado. Ofrecer "Asesoría Legal y Psicológica Gratuita" a quienes han sido víctimas de secuestros, extorsiones o abuso es una manifestación concreta de la compasión de Cristo frente a la injusticia.
Finalmente, en medio de la oscuridad, la esperanza y la redención deben brillar con más fuerza que nunca. La "Campaña Digital #ElAmorQueSanaGYE" y los "Eventos Públicos de Esperanza" en parques y canchas no son simples actividades; son plataformas para la predicación viva de testimonios de transformación. Ver a ex-pandilleros y ex-adictos cuyas vidas han sido radicalmente cambiadas por el Evangelio es el testimonio más poderoso de que la redención es posible, incluso en el corazón de la maldad. Los campeonatos deportivos "Juega por la Paz" son una oportunidad para construir puentes en barrios divididos, forjando lazos de camaradería donde antes había rivalidad y violencia.
Guayaquil no puede esperar. La predicación del Evangelio no es un lujo teológico; es una necesidad existencial en este momento crítico. Es un llamado a que cada creyente, cada comunidad de fe, se levante con valentía, compasión y determinación para ser la sal y la luz que nuestra amada ciudad tan desesperadamente anhela y necesita. La revolución del amor debe comenzar ahora, con el Evangelio como nuestra bandera y nuestras manos como sus instrumentos.