miércoles, 20 de abril de 2011

EL RADICALISMO DEL SEGUIMIENTO DE CRISTO


«Te seguiré, Señor; pero déjame despedirme de los míos... Jesús le contestó: Todo el que pone la mano en el arado y mira para atrás, no sirve para el Reino de Dios» (/Lc/09/61).
La palabra «radical» es una palabra sospechosa. Y hoy más aún por sus connotaciones políticas. Un radical es un extremista. Un insensato, un imprudente. Lo contrario del equilibrado. No así en la espiritualidad cristiana. En la línea del seguimiento de Cristo, el cristiano debe ser radical y, en cambio, un cierto «equilibrio» puede ser ambiguo.
 En el lenguaje evangélico, radical es el que va a la raíz, el que asume la enseñanza de Jesús con todas sus consecuencias.
 En este sentido es condición ineludible del seguimiento de Cristo, y el «equilibrio» puramente humano puede llevar fácilmente a la mediocridad y a la tibieza. El verdadero equilibrio evangélico implica el radicalismo de la entrega a Cristo, y por eso no puede identificarse con la «sensatez» y «prudencia» de los sabios y bienpensantes, según las puras categorías del actuar profano. La palabra de Jesús rechaza este tipo de equilibrio y lo somete al radicalismo cristiano.
 En el libro del Apocalipsis, cap. 2, y. 3, se reprocha el falso equilibrio de aquel que, bajo un actuar exterior honesto, ha perdido el radicalismo del amor, y en el cap. 3, vv. 15ss, denuncia la tibieza que se esconde bajo el falso equilibrio de la acomodación («Ojalá fueras frío o caliente...»). 
 En términos cristianos, Jesús fue un radical. Replanteó la conversión a Dios, el cambio de vida y las actitudes éticas y religiosas desde su raíz, estableciendo su Evangelio como el único absoluto. Así fue percibido por la clase gobernante y sacerdotal y también por sus discípulos. Para muchos de sus parientes esto era un síntoma de locura (Mc 3,21). Su radicalismo le costó la vida.
 Jesús fue radical en sus exigencias. Para El, el cristiano debe ser sal, y si la sal pierde su capacidad de dar sabor a otros, ya no sirve para nada (Mt 5,13). El compromiso cristiano debe ser como una luz capaz de iluminar el mundo (Mt 5,17-20).
 La opción por Cristo debe ser radical. Ocupa el primer lugar, por sobre los padres, los hijos y la propia vida (Mt 10,37-39). Cualquier bien, cualquier valor ha de ser sacrificado cuando se hace incompatible con el radicalismo de esta opción (Mt 18,8), a semejanza del que vende todo lo que tiene para adquirir una perla preciosa o un tesoro escondido (Mt 13,44-46). Cristo quiere establecerse como el único compromiso absoluto del hombre, eliminando el falso equilibrio del «servicio a dos señores» (Mt 6,24; Lc 12,21.34).
 Jesús exige un seguimiento llevado hasta las últimas consecuencias. La puerta que lleva a su reino no es ancha ni «equilibrada», sino estrecha (Mt 7,13) Los que le siguen deben estar dispuestos a no tener dónde reclinar su cabeza, deben romper con los compromisos mundanos, y una vez en marcha no deben siquiera mirar atrás (Lc 9,57-62). Toda ganancia temporal no aprovecha de nada si nos separa de él (Mt 26,25-26) Jesús no oculta la violencia que hay que hacerse a sí mismo para seguirlo (Mt 11,12) por un camino marcado necesariamente por la cruz (Mt 16,21-24; 17,15). Las exigencias de Cristo llegan hasta pedir a los hombres «que nazcan de nuevo» (Jn 3,3), que se «hagan como niños» (Mt 18,4) y que «ocupen el último lugar» (Mt 20,26) después de haber «perdido y triturado su vida como el grano de trigo» (Jn 12,24-26).
 El radicalismo cristiano, sin buscarlo, puede llevar a conflictos y tensiones, fruto de la reacción que causa una fidelidad absoluta al Evangelio. A causa de Cristo, el cristiano será objeto de odio (Mt 10,22-25; 18,21; Jn 15,19-25; 16,1) y de división (Mt 10,34-35). Jesús mismo fue objeto de odio y división, signo de contradicción (Lc 2,34; Jn 7,12-13), y frente a El es imposible mantener la falsa prudencia de la indefinición, pues se está con El o contra El (Lc 11,23). «He venido a provocar una crisis en el mundo: los que no ven, verán, y los que ven, van a quedar ciegos» (Jn 9,39). «Felices así los que al encontrarme no se alejan desconcertados» (Mt 11,6).
 La crisis radical del Evangelio de Jesús está condensada en su ideal de felicidad, opuesto a la falsa dicha, según las bienaventuranzas de san Lucas (Lc 6,20-26). En contraste con las categorías de la sensatez del equilibrio mundano, los ricos, los satisfechos y los «bien considerados» son descalificados por Jesús. En cambio, los que para El están en la línea del equilibrio evangélico son los pobres, los hambrientos, los sufrientes, los expulsados, insultados y mal considerados a causa de su opción cristiana (Lc 6,23).
 Igual falta de «mesura» muestra Jesús de cara a ciertas exigencias específicamente evangélicas. El amor fraterno que él reclama no es solamente la actitud «sensata» y «honesta» de los buenos sentimientos y relaciones humanas. Para él no somos diferentes a los «paganos», que siguen esa ética de relaciones, si no llegamos a perdonar las ofensas «setenta veces siete» (Mt 5,22), si no aprendemos a no juzgar (Mt 7,1) y a amar y perdonar a los enemigos y a los que nos perjudican (Mt 5,3748; 6,14). El radicalismo del amor cristiano no tiene límite (Jn 13,34; 15,13; Mc 12,33), exige la gratuidad (Lc 14,12; 17,10), lleva a amar a todos sin discriminación de ningún género (Lc 10, 25ss); más aún, exige optar por los débiles y «pequeños» (Mt 25,40).
 La fe que Jesús exige a su persona y a su palabra es radical. No es la de los «sabios y prudentes» (Mt 11,25). Debe hacernos capaces de empresas sobrehumanas (Mt 14,25ss). Bastaría «un grano de esta fe para trasladar las montañas» (Mt 17,20; 21,21). Por eso el Evangelio exige una confianza absoluta en la oración, como expresión del radicalismo de la fe (Mt 7,7-11; Mc 9,23-29; Lc 11,5ss; Jn 15,16).
 Jesús se aparta igualmente del «equilibrio humano» al plantearnos la actitud cristiana ante los bienes, la riqueza, el prestigio y el porvenir temporal. Su idea de la pobreza es radical: «No se puede ser discípulo si no se renuncia a todo lo que se tiene» (Lc 14,33). Nos ordena buscar los valores del reino por sobre todo, condicionando a ello todo lo demás (Mt 6,33; 6,25-34). Igualmente radical es su crítica a la riqueza (Mt 19,23), a las formas confortables de la vida apostólica (Mt 10,10). Las circunstancias de su nacimiento en Belén (Lc 2,7-8) y su identificación con el insignificante y discutido pueblo de Nazaret (Mc 6,2-3; Jn 1,46; 7,15) son, en esta misma línea, opciones que cuestionan muchos criterios actuales.
 De cara a la verdad, Jesús es igualmente absoluto (Mt 5,37). Su fidelidad a esta verdad lo llevó al enfrentamiento final con el poder establecido y a la muerte (Mt 26,64; 27,11; Lc 22,67ss; Jn 18,37ss). En su entrega a la causa de la verdad, Jesús será radical en su crítica a la hipocresía, a la exterioridad (Mc 7,3-13) y a toda forma de fariseísmo (Mt 23,1ss; Mc 2,27; Mt 9,14; 11,16; 12,1ss; 15,7-11; 17,24).
 En sus criterios de verdad el Evangelio se aparta nuevamente de los criterios del «equilibrio mundano». Los que aparecen últimos serán primeros, y los primeros para el mundo, los últimos (Mt 19,30; 20,12-15). Así, las prostitutas precederán en el reino de los cielos a muchos «bienpensantes» (Mt 21,31), la fe de los pecadores vale más que la religión puramente exterior (Lc 7,36ss), el óbolo de una pobre viuda tiene más valor que las dádivas de los opulentos (Mc 12,41-44) y la penitencia del publicano pecador justifica más que la suficiencia del fariseo practicante (Lc 18,9). En esta criteriología evangélica incluso la contemplación aparentemente inútil de María vale más que la productividad de Marta (Lc 10,38). El radicalismo del Evangelio tiene su mejor encarnación en la actitud de Jesús al entregar su vida por los demás (Jn 10,15-18; Jn 13,1). La cruz queda así como signo indiscutible del compromiso radical, de la fidelidad absoluta al Padre (Lc 2,49), de la caridad llevada al extremo (Jn 13,1), de la búsqueda del último lugar (Mt 3,14; Jn 13,4ss). De la renuncia al poder y a la violencia (Mt 26,51; 27,12; 27,40-44; 4,1ss; Mc 14,61; 15,5; Jn 18,22).

sábado, 26 de marzo de 2011

SOLO UN MILAGRO PUEDE HACER DE LOS RICOS DISCIPULOS DE JESUS. (Mc. 10,17-27)


Se trata de un rico que cumple los mandamientos. Pero que a la llamada de Jesús no responde siguiéndole "pues tenía muchas posesiones".
Se trata, pues de seguir a Jesús, de ser simplemente cristiano.
Jesús no habla aquí de vocación religiosa, ni de un ideal de perfección. Es la condición para ser cristiano, seguidor de Jesús. Para todo cristiano. No se puede seguir a Jesús sino haciéndose prójimo de los necesitados, hermano solidario, compartiendo con ellos (Lc. 10,25-37).El dinero ciega y endurece el corazón. Y genera toda clase de excusas, justificaciones, defensas. Ante esta obstinación que el dinero produce en los ricos, Jesús les repite:
"¡Con qué dificultad van a entrar en el reino de Dios los que tienen el dinero!"
"Más fácil es que pase un camello por el ojo de una aguja que no que entre un rico en el reino de Dios".
Se trata de una aguja de coser. Y de un camello, el mayor animal conocido entonces en Palestina. Un camello nunca podrá pasar por el ojo de la aguja de coser.
Ante el asombro de los discípulos: "entonces "¿quién puede salvarse?",
Jesús responde:
"Humanamente, imposible, pero no para Dios, porque todo es posible para Dios":
¿Cuál es el milagro que incluso de los ricos puede hacer ciudadanos del Reino, discípulos de Jesús?
El milagro está en que Dios hace posible la renuncia a las riquezas, que al hombre le parece imposible. )Lc. 19,1-10; Mc. 2,14;1, 16-20; Mc. 12,41-44).

¿PIADOSOS Y AMIGOS DEL DINERO?


Cuando Jesús dijo: "No pueden servir a Dios y al dinero" (Lc. 16,13), porque son como dos señores: si el corazón y la vida está ocupado por uno, no tiene cabida el otro, no hay sitio para él, los fariseos se rieron de él.
"Ningún sirviente puede estar al servicio de dos señores; porque aborrecerá a uno y querrá al otro, o bien se apegará a uno y despreciará al otro. No puede servir a Dios y al dinero. Oyeron todo esto los fariseos que son amigos del dinero, y se burlaban de él" (Lc. 16,13-24).
La alternativa está clara. No hay componendas. El que tiene al Dios que Jesús en su corazón y en su vida, no puede hacer de las riquezas el ídolo o meta de su vida.
Los fariseos eran gente ante todo piadosa, religiosamente cumplidora. Vivían de su trabajo. hasta repartían limosnas entre los más necesitados de su pueblo. pero consideraban la riqueza como signo de la bendición de Dios. Por eso les sonaba como disparate y hasta blasfemia todo eso de que Jesús predicaba de compartir su vida y sus riquezas con los pobres.
Ellos y todos los "amigos del dinero" se burlaban de Jesús que dice que nadie tiene derecho de gozarse de sus bienes mientras haya pobres a su lado.
Los fariseos son "intachables ante la gente", observantes, justos, y se glorían de ello. Jesús les dice:
"Ustedes son los que de la dan de intachables ante la gente, pero Dios los conoce por dentro, y ese encumbrarse entre los hombres le repugna a Dios" (Lc. 16,15).
Peores son todavía aquellos a quienes Jesús acusa de que.
"se comen los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos"(Mc. 12,40).

REFLEXIONA Y RESPONDE


1. Di algunas cosas (materiales, espirituales, teológicas, históricas, culturales, etc.) que tenemos hoy en nuestro entorno, pero que no existirían si no hubiese existido Jesucristo y la comunidad de seguidores de Jesús que es la Iglesia.
2. Si tu crees en Jesucristo ¿por qué crees en El?
3. Si tu no crees en Jesucristo, ¿qué razones tienes para no creer?
4. Gladys, Yoleida, Ricardo, Imelda, Nelson, Rubén, Iraima, Rosita... dicen que creen en Cristo:
* Porque les hace vivir más y mejor, a millón (Jn. 10,10).
* Porque El es como aire fresco para su espíritu, alegría para su corazón, aliento para su vida. (Mc. 1,15; Jn. 24,32).
* Porque era valiente en decir sin miedo, abiertamente, lo que tenía que decir (Jn. 18,20-21).
* Porque amaba la vida y lo compartía todo (Jn. 15,15; 2,1-11).
* Porque nunca pacto con la mentira, ni con la adulación, ni con la cobardía delante de los poderosos (Jn. 18,37; Lc. 13,31-32; Jn. 11,15-18).
* Porque creyó con todas sus fuerzas que nada del hombre y del mundo estaba perdido (Jn. 3,16-17).
* Porque los excluidos del sistema, del "orden este" (Jn. 9,39) eran sus preferidos (Mt. 11,25-26; Lc. 6,20-26; 7,21-22; Mt. 21,31-32).
* Porque llamaba a Dios "mi Padre que es vuestro Padre" (Jn. 20,17).
* Porque nos dice que "ustedes todos son hermanos" (Mt. 23,8).
5. ¿Puedes recordar a algunos "seguidores de Jesús" de estos tiempos, que te hayan llamado la atención? ¿Y por qué?
6. ¿Conoces, has oído hablar de algunos que hayan sufrido calumnias, hayan sido puestos presos y hasta hayan sido asesinados por "seguirle"? ¿Puedes contar lo que sabes?

martes, 15 de febrero de 2011

¿ QUIEN IRA ?



Mirando a través de mi ventana
Allí un mundo que se pierde
Quiero cerrar mis ojos y no ver
Quiero olvidarme de ese mundo
¿ que puedo hacer por ellos?
¿ A donde puedo ir yo desde aquí?
Trato llenar mi vida de oras cosas
Que puedan acallar ese gemir
Quiero olvidarme de ese mundo
Vivir mi vida para mi.
¿Que puedo hacer por ellos?
¿Y dónde puedo ir yo desde aquí?
Yo se que Cristo me ha salvado
Que un día cuando vaya al cielo
Allí yo le veré.
Pero, ¿qué pasa con el mundo
que se pierde?
¿Quién irá? ¿A quien enviaré?
Cuando mis hijos aquí
en la tierra se duermen
Se ciegan con las cosa de este mundo
Y en su ignorancia no pueden ver
Que yo les he salvado a ellos
Y por sus vidas otros puedan cree

viernes, 4 de febrero de 2011

El cual nos bendijo con toda bendición espiritual: LLAMADO

El cual nos bendijo con toda bendición espiritual: LLAMADO: "Que duro es cuando uno tiene un llamado, por consiguiente viene el amor de Dios a ser lo único que nos da vida.Pero que incomprensión, vem..."

jueves, 3 de febrero de 2011