jueves, 27 de enero de 2011

Resucitar a los muertos





Profetas de ayer y hoy: Amós

Profetas de ayer y hoy: Amós: "Perfil del Profeta Es el profeta más antiguo de Israel con el que nos enfrentan los textos bíblicos de primer grado es Amós. No podemos pr..."

jueves, 20 de enero de 2011

AMADOS DE DIOS: OSCURIDAD AL MEDIODIA.

AMADOS DE DIOS: OSCURIDAD AL MEDIODIA.: "Lucas 23:44 Y cuando era como la hora de sexta, fueron hechas tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora de nona. 45:Y el sol se obscur..."

viernes, 31 de diciembre de 2010



2011 AÑO DE ABUNDANCIA

domingo, 12 de diciembre de 2010

37 cosas para decirle a tu pareja


Una relación de pareja saludable es un cielo seguro donde podemos relajarnos de las tensiones de la vida diaria. Necesitamos oír cosas positivas de nuestra pareja:

¡Bien hecho!
Eres maravilloso/a.
Eso estuvo fenomenal.
Hoy estás radiante.
No me siento completo sin ti.
Te agradezco todo lo que haces por mí.
Después del Señor, eres lo primero en mi vida, antes que los chicos, la carrera, los amigos,...
Me alegro mucho de poder estar contigo.
Eres el (la) mejor amigo (a) que tengo.
Si tuviera que hacerlo todo de nuevo otra vez, te volvería a elegir a mi lado.
Te necesitaba hoy
Te echaba de menos hoy.
Hoy no podía dejar de pensar en ti.
Es muy agradable estar a tu lado.
Siempre te amaré.
Me encanta ver brillar tus ojos cuando sonríes.
Hoy estás estupendo/a, como siempre.
Confío en ti.
Siempre puedo contar contigo.
Me haces sentir bien.
Me llena de orgullo estar a tu lado.
Lo siento mucho.
Estaba equivocado.
¿Qué te gustaría?
¿Qué estás pensando?
Quiero escucharte.
Eres tan especial....
No me puedo imaginar la vida sin ti.
Desearía ser una mejor pareja.
¿En qué te puedo ayudar?
Ora por mí.
Hoy estoy orando por ti.
Para mí son preciosos todos y cada uno de los minutos que paso a tu lado.
Gracias por amarme.
Gracias por aceptarme.
Gracias por ser mi pareja.
Tú haces que cada día sea más brillante

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Conocemos a Dios sólo a través de Jesús


A Dios nadie lo ha visto jamás (Jn 1,18). El en sí mismo es invisible (1 Tim 1,17).
Sabemos, Padre Dios, que durante esta vida nunca te podremos conocer del todo. Acá nadie te ha visto, ni te puede ver cara a cara (1 Tim 2,16). Ningún ser humano podría verte y seguir viviendo (Ex 33,20).
En la antigüedad te mostrabas desde el fuego y las nubes (Ex 14,24). A veces te presentabas bajo la apariencia de una llama ardiente, entre truenos y relámpagos (Ex 19,16), o en medio de una gran tempestad (Job 40,6).  Aveces tu presencia causaba terror y obscuridad (Gn 15,12).
Otras veces, en cambio, te manifiestabas en el murmullo de una suave brisa (1 Re 19,12).
Se te conoce un poco a la vista de tus creaturas. La grandeza y hermosura de las cosas creadas dan a conocer a su Creador, mucho más grande y hermoso (Sab 13,5). Tu gloria llena toda la tierra (Is 6,3).
Te conocemos especialmente a través de tu presencia liberadora en medio del dolor humano (Job 42,5).  Tú eres el Dios que ve y escucha la aflicción de las mujeres despreciadas como Agar (Gn 16,13). El que oye los gritos de los niños que están a punto de morir de hambre, como Ismael (Gn 21,17). Tú ves la humillación del pueblo y escuchas sus gritos cuando lo maltratan (Ex 3,7). Conoces los sufrimientos de los oprimidos (Ex 3,9), y existes en medio de su proceso de liberación (Ex 3,18).
Según los profetas, los que te buscan deben anhelar la justicia (Is 51,1). El que te conoce se preocupa de practicar la justicia con el desamparado y el pobre (Jer 22,16). Para conocerte según la verdad es imprescindible amar la justicia (Sab 1,1).
No debo nunca enorgullecerme de conocerte bien, como hacen los paganos (Sab 2,13). Pues el mundo ni te ve ni te conoce (Jn 14,17). No obstante, se puede dar un cierto grado de conocimiento tuyo que busco con ansias. Sí, Señor, tu rostro busco (Sal 24,6). Quiero tener inteligencia y conocerte cada vez mejor (Jer 9,23).
Tú hablaste en otro tiempo a nuestros antepasados por medio de los profetas (Heb 1,1). Pero ahora, llegada la etapa final, nos has hablado por medio de tu Hijo (Heb 1,2), que es reflejo resplandeciente de tu gloria divina e imagen perfecta de tu ser  (Heb 1,3). En Jesús, la vida que estaba junto a ti, Padre Dios, se ha hecho visible, y la hemos visto y oído  (1Jn 1,2).
Jesús dice que te te ha visto, pues viene de ti (Jn 6,46). El te conoce bien (Jn 10,15). Dice tus palabras (Jn 3,34). El que lo conoce a él te conoce también a ti (Jn 14,7).
El que ve a Jesús, ve al que lo ha enviado (Jn 12,45). El está en ti, Padre Dios, y tú en él (Jn 14,9). Por eso Jesús es el único que verdaderamente te da a conocer (Jn 1,18).
Señor Jesús, te suplico que me hagas conocer al Padre, pues nadie lo conoce sino tú y aquellos a quienes tú quieras darlo a conocer (Mt 11,27).
Por ello deseo ardientemente conocerte cada vez mejor, Jesús, pues tú eres la imagen visible del Dios invisible (Col 1,15).  En ti se da a los hombres la manifestación plena e irrepetible de Dios. Por tu medio Dios se ha hecho presente entre nosotros de un modo nuevo y único.
En ti, se ha hecho visible la bondad de Dios y su amor por los hombres (Tit 3,4). Como Sol naciente, nos has hecho ver la tierna bondad de nuestro Dios (Lc 1,78).
Enséñanos, Jesús, a conocer y adorar al Padre en Espíritu y en verdad (Jn 4,23). El Padre nos ha puesto en tus manos: haznos saber quién es él (Jn 17,6).  Y haznos buenos, como él es bueno (Mt 5,48).
Jesús, Maestro bueno, usando el poder que te dio el Padre, concédenos la vida eterna que, según tus palabras, consiste en conocer al único Dios verdadero y al que él envió (Jn 17,3).
Padre Justo, el mundo no te ha conocido, pero Jesús te conoce y nosotros hemos conocido que tú lo has enviado (Jn 17,25). El nos ha enseñado tu nombre y seguirá enseñándonoslo; y así el amor con que lo amas estará en nosotros y él mismo estará también en nosotros (Jn 17,26).
Que la gracia y la paz abunden entre nosotros por medio del conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor (2 Pe 1,2).